Por siglos, los objetos indígenas han sido absorbidos por los museos, que los han insertado dentro de sus dispositivos de exhibición y transformado, así, en instrumentos de una narrativa nacional y colonialista. Actualmente, sin embargo, dichos objetos se baten entre dos fuerzas: por un lado, el impulso patrimonializador que los ancla a una tradición pasada y por otro, la recuperación cotidiana por parte de los propios pueblos, que buscan con ello expresar su condición contemporánea.
En un caso que puede extrapolarse al de otros museos chilenos, el Museo Regional de Rancagua conserva un conjunto de 24 piezas "tradicionales" mapuches, definidas, grosso modo, como "utensilios domésticos". Se trata de una colección diversa, agrupada bajo el denominador común de sus supuestos usos cotidianos, pero que, en términos estrictos, incluye objetos jerarquizados simbólicamente, varios de ellos reservados a contextos ceremoniales o políticos específicos, o denotativos de ciertas funciones o posiciones sociales. Lo anterior supone un primer problema: el de la sustracción de los sentidos originales de los objetos, que, junto con dificultar su comprensión, invalida ese afán inherente al museo de restablecer la "autenticidad" de las piezas.
Trasladadas a los hogares mapuches urbanos, tales prácticas exhibitorias cobran un significado muy diferente. En el contexto doméstico, objetos tradicionalmente asociados a nociones espirituales y políticas suelen devenir en elementos decorativos, aparentemente despojados de su espesor simbólico. Contrariamente a lo que podría pensarse, sin embargo, aquello no implica un vaciamiento cultural, sino, más bien, que la performatividad del poder ha virado sobre nuevos repertorios -fenómeno que demuestra el ímpetu vivificador de un pueblo que ha tenido que reconstruir incluso sus preceptos estéticos para reclamar su condición viva-.
El siguiente ensayo contrapone la exhibición museal de una colección de "objetos tradicionales mapuches" con la vitalidad que esos mismos objetos cobran en los hogares mapuches urbanos -ya sea como piezas decorativas o como utensilios, por ejemplo, culinarios- y, desde luego, en la calle -donde se han transformado en íconos de la movilización social-. A partir de este ejercicio, reflexiona sobre la actualidad de tales objetos, criticando el quehacer petrificador del museo, identificando modalidades de uso y estrategias de vivificación puestas en práctica por los propios pueblos e impugnando, por último, la mercantilización de la cultura material indígena en tiempos multiculturales.
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